Dudo, pienso, existo.
Esto lo dijo Descartes con palabras más bonitas y en francés. Y yo, por ser carioca, me siento en el derecho de publicar un texto mal escrito refutando su verdad irrefutable.
(Los cariocas padecemos de la misma enfermedad de los porteños: la soberbia crónica, la única diferencia es que, a nosotros esta condición no nos afecta el sistema motor y, por eso, podemos bailar samba)
A ver, estoy de acuerdo cuando dice que el pensar surge a partir de la duda. Un pensamiento solo puede ser clasificado como tal si representa un cuestionamiento sobre algún parámetro absoluto, cualquiera que sea.
Sin embargo, el mal uso de la palabra pensamiento nos hace creer que somos todos seres pensantes, pero no. En general, cuando creemos estar pensando en algo (o en alguien), nada más lo estamos recordando o deseando. Pensar implica cuestionar. No habrían psicólogos suficientes en el mundo para atendernos, si fuéramos todos pensadores plenos.
El pensar no nos hace existir, pero sí percibir nuestra existencia. A través de nuestros cuestionamientos, nos damos cuenta de que somos más que solamente seres con mala memória y deseos raros vagando por las calles.
Cuando Descartes afirma que para existir, es necesario pensar, ignora la existencia de la gente que no piensa. Si esa gente no existiera, los relatos distópicos de black mirror no se sentirían tan reales. Ellos existen y son muchos. Cada vez más.
Si bien es muy probable que Descartes, por ser francés, también padeciera de la misma enfermedad de los cariocas y porteños y no haya contemplado la gente ignorante en su pensamiento porque, al no ejercer el pensar, ellos ya no merecen el título de seres humanos.
Si es así, le doy la razón.
Al parecer la soberbia carioca no era una enfermedad crónica, sino aguda.
Estoy curada.
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