De todas mis relaciones fallidas, la nuestra fue la que más daño me hizo. La que hasta el día de hoy, me persigue. La que me dolió por mucho tiempo. La que no puedo olvidar. La que no quiero recordar. La que la gente insiste en que le dé otra oportunidad.
No me molesta que la gente me pregunte por vos, es normal. Me molesta que juzguen mi respuesta: “no sé, hace años evito saber cómo está, no me interesa.” No les gusta escucharme decirles que no me interesas tanto como a ellos. No porque se preocupan contigo, pero porque son curiosos y mi indiferencia les fastidia.
Por eso, me juzgan. Algunos me tienen lastima. Otros, me tienen miedo. La mayoría me ve como una mujer sin corazón. Para ellos, sos víctima. Quizá lo seas, pero en otra historia que no sea la nuestra.
Entiendo que no estamos programados para aceptar el fin. A mi también me costó, pero ya acepté que nosotros no existimos más.
Durante mucho tiempo, te busqué. Volví por vos. Insistí. Te lloré todas las lágrimas de mi océano mientras suplicaba por tu amor. Hasta que me di cuenta que ya no había más amor en vos.
Decidí, entonces, liberarme de ese amor inútil que sentía por vos y abrir espacio en mí para explorar nuevos sentimientos. Conocí el odio, la rabia, la vergüenza, la frustración, la venganza, la culpa, la indiferencia… Pasé por diversas etapas hasta llegar a la aceptación.
Por un momento, creí que el perdón iría liberarme por completo. Por eso, fingí haberte perdonado, aunque nunca me hayas pedido perdón. Hoy sé que no tengo que perdonarte, sino aceptar todo lo que me pasó y seguir adelante.
Es difícil seguir adelante, cuando mi subconsciente me lleva a los mismos lugares de siempre. Llevo años intentando aprender a amar de vuelta. Es triste percibir que la parte que me mueve no entiende que no quiero volver a lo que tenía. Duele admitir, pero conozco mejor el sufrimiento que la felicidad.
Aunque estoy aprendiendo a caminar consciente. De a poquito, voy entendiendo más sobre el amor que busco y el tipo de relación que quiero construir.
Quizá tengas la culpa de que yo haya vivido tantas relaciones fallidas. Sin embargo, también es gracias a vos que yo puedo identificar esos patrones y no permanecer ahí.
De todas mis relaciones fallidas, fuiste la que más me enseñó (sobre cosas que nunca quise aprender).
Jamás te olvidaré, pero tampoco te recordaré con nostalgia.
Sin amor ni remordimientos,
Tu hija.

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