Diario de fin de año

31 de diciembre 2022

Me despierto a las 6h27 porque entro a trabajar a las 7h. Nunca pongo la alarma para horas exactas, me gusta regalarme unos minutos más de sueño. En Francia utilizan el horario militar, acá no dicen a las seis de la tarde nos vemos, dicen a las dieciocho horas.

Como todos los días, me despierto transpirada, como si hubiera dormido tapada en una playa de Rio en pleno verano. Todavía no aprendí a ajustar la calefacción a una temperatura en la cual no me muera de frío, ni tampoco me cague de calor. La solución a corto plazo que encontré es quitarme una prenda de ropa cada vez que me despierto con calor, pero a veces estoy tan cansada que no me despierto hasta la mañana, completamente transpirada, como hoy. Me pego una ducha rápida, me pongo el uniforme, me miro al espejo y le doy razón a mi amigo: parece que un mantel me vomitó encima. Agarro las llaves y me voy.

El hotel es un laberinto y yo tengo muy mala noción del espacio, por eso no manejo, bueno por eso y porque nunca hice un esfuerzo en aprender realmente a manejar. Todos los días entro por la misma puerta y salgo a un pasillo distinto. Eso me divierte. Un poco por eso, no me esfuerzo en recordar la puerta exacta que me lleva más rápido a la recepción. Un poco por eso, evito tomar siempre el mismo camino porque, una vez que llegue, todo va a ser igual. 

Tengo mañas raras que algún psicólogo quizá las diagnosticaría como TOC. Cuando voy caminando por la calle distraída y paso derecho por el destino al cual estoy yendo, al darme cuenta, no cambio de dirección, sigo adelante hasta la siguiente esquina y doy la vuelta completa a la cuadra. Cuando no lo hago, es porque tuve una mini pelea interna conmigo misma y pude controlar ese impulso de seguir adelante.

La diferencia es que yo hago esas cosas consciente. Entiendo la estupidez que estoy haciendo y no me importa, prefiero romantizar cada momento ordinario de la vida cotidiana ante que apurarme en llegar a un lugar donde sé exactamente qué me espera. Una vuelta más cuando no estoy apurada, son unos minutos más paseando mis pensamientos por las calles. Una puerta diferente cada mañana, es una risa que me saco sola cuando, otra vez, me equivoco a propósito de camino.

Llego a la recepción y me encuentro a mi compañero con la misma cara de siempre, una mezcla de cansancio por haber estado despierto toda la noche realizando las tareas aburridas del turno nocturno, con esa expresión francesa que todavía no logro interpretar. Una cara de nada, por así decirlo. Él no habla inglés y yo no hablo francés, nos comunicamos como Tarzan y Jane en la película de Disney y nos entendemos. Él se va a descansar y yo arranco a trabajar.

Es el último día del año y eso, por alguna razón, me motiva, aunque no haya pasado nada de diferente de los días anteriores. Almuerzo, trabajo unas horas más y estoy libre para el festejo. Fue un año intenso para mí, pero no estoy reflexiva, sólo quiero fiesta. Voy con otro compañero de trabajo a un bar, charlamos sobre muchas cosas de la vida y se me olvida que es el último día del año, es un día más. 

Aunque no genere muchas expectativas para esa fecha, siempre hice planes para pasarla con amigos. No hace falta que vayamos a una fiesta o hagamos un super viaje, solo que estemos juntos. No importa que seamos amigos de una vida o de unos días, el abrazo a las 00h se siente igual de hermoso. 

Este año no tengo planes, todos mis amigos trabajan y no me dejaron volver a las 00h para abrazarlos. El amigo que me acompañaba en el bar se devolvió a las 21h porque entraba a trabajar a las 23h. Me quedo sola en un bar con desconocidos, ya medio borracha de las cuatro pintas que me tomé. Me pido un gin tonic y les escribo a mis amigas en Brasil, allá todavía son las 17h. Es la primera vez que me siento sola y estoy en un bar lleno de personas felices.

Me esfuerzo en intentar hablar con las personas en el bar, pero el alcohol justo hoy me falló y tuvo un efecto reverso: estoy triste y a cada trago, más triste, ni mis amigas diciéndome que estoy linda y que deje de escribirles y me ponga a hablar con el francés hermoso que elogió mi tatuaje, logran animarme. 

Estoy sola y me siento sola, una reacción dramática de mi mente bajo el efecto del alcohol. Recién estaba acompañada y dentro de unas horas estaré con mis compañeros, pero no paro de pensar que voy a estar sola a las 00h y quiero llorar pero la gente en el bar está feliz y me sacan a bailar y me invitan tragos y nos reímos y, por unos segundos, soy feliz. Luego, soy triste de vuelta porque me siento sola. Mis compañeros del laburo me escriben que están aburridos y tristes, yo también estoy aburrida y triste. Estamos tan cerca y nos sentimos igual, pero no podemos estar juntos y sentirnos felices al no estar solos en nuestra tristeza.

Unas horas más de fiesta, de bailar con desconocidos, de tragos, de hacer amistades en el baño, de intercambiar miradas con el francés hermoso que me tiraba onda y ya son casi las 00h. Vamos afuera a ver los fuegos artificiales le digo, y nos vamos pero son muchas personas y me pierdo de él y la verdad no quería estar acompañada porque ya había aceptado que estaba triste y que sería un momento triste para mí y lo quería pasar sola.

Me llaman mis amigas de Brasil, las veo y por fin, puedo llorar. Lloro de alegría porque sé que, aunque esté sola y me sienta sola, esa no es mi realidad. Tengo amigas que me llaman a las 00h porque no quieren que yo me sienta sola y me dicen palabras hermosas y nos abrazamos de lejos y lloro viéndolas y viendo el espectáculo de fuegos artificiales que salen desde la cumbre de una montaña cubierta de nieve. El show de luces dura 17 minutos, exactamente lo mismo que dura la llamada con mis amigas.

Decido que ya no quiero hacer de cuenta que me siento bien y me devuelvo a casa. Bajo la montaña, caminando triste entre la gente feliz, queriendo poder ser triste sin que nadie me vea e intente hacerme sentir mejor. Sé que tengo lo que quiero y que estoy donde quiero estar, no necesito que me recuerden de eso, quiero también poder sentir lo que estoy sintiendo. Llego a casa y mis compañeras me ven y me saludan Bonne Anneé, Jacque, las saludo de vuelta y entró a mi habitación, donde me permito llorar mi llanto triste, pero ellas me escuchan… Are you okay? Can we come in? Join us! Lo que menos quiero es ser grosera porque las aprecio, pero no estoy bien ni quiero sumarme al festejo de ellas, les contesto que no estoy ok pero voy a estar y agradezco su preocupación, pero no tengo ganas de salir.

Después de unos minutos llorando sola, triste y borracha, escucho que vuelven a golpear mi puerta, pero ahora es una sola voz que me pregunta: Can I come in? Please, I’m also sad. Obviamente, le digo que sí. Es mi compañera de casa que también está llorando, triste por otros motivos, tan válidos como los míos y aunque también esté feliz, hoy compartimos ese sentimiento de no querer sentirnos bien. Así como yo, ella también lo había intentado y quiso ser feliz mientras trabajaba y se sentía sola en esa fecha que nos pone a todos raros, pero al llegar a casa me vio triste y se permitió ser triste, porque, tal como yo, entendió que no estaba sola, aunque se sintiera así.

2 de enero 2023

Ayer trabajé triste y cansada. Entré a las 7h y no tenía ganas de ponerle ganas a nada, estuve todo el día con mala cara, los ojos hinchados de tanto haber llorado la noche anterior y la mente arrepentida de las cuatro pintas y tres gin tonics que me tomé sabiendo que al otro día me tenía que despertar temprano.

Salí de trabajar y dormí hasta la hora de la cena. Cené y volví a mi habitación. Dormí hasta hoy a las 10h, soñé miles de sueños distintos y locos, como siempre. Me desperté renovada. Hoy descanso. 

El 2023, para mí, arrancó hoy.

El año pasado fue un año intenso y terminó de igual forma. Hoy, reflexionando sobre esa virada conturbada de año, pienso que, aunque pudiera haber sido diferente y mejor, ya está, se me fue la tristeza generada por esa fecha. Tengo todo un año para prepararme para el siguiente último día del año. A ver qué anécdotas les contaré dentro 365 días. Perdón por no haberles escrito mensajes de feliz año, es que hasta hoy, no lo sentía así.

Ahora sí: ¡Feliz 2 de Enero!

Que sea un gran año para nosotros. Aunque no tengamos idea de qué es lo que nos espera en los próximos doce meses, deseo que tengamos la fuerza necesaria para encarar los momentos difíciles, la simplicidad para conseguir ver la belleza en lo cotidiano y la alegría para seguir soñando.

Gracias por leerme hasta acá. El abrazo que no nos dimos a las 00h, espero que lo hayan sentido con ese texto.

Jacque

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