Diario de Francia – Parte IV

7 de febrero 2023

Después de más de un mes viviendo en los Alpes, por fin pasó: me enfermé. La verdad es que mi cuerpo resistió bastante bien, yo ando re desabrigada, me alimento re mal y hasta hace dos días nunca me había sentido mal. Todo lo contrario, me siento abrazada por el frío y por la montaña. Tanto que confío que soy una más de ellos y no me cuido como debería. Tanto que, cuando perdí el último teleférico a casa el domingo en la noche cuando volvía de cenar donde un amigo, esperé 30 minutos en la parada de bus afuera de la terminal, por mi amiga que, tan gentilmente, me fue a buscar. Hacia 7 grados bajo cero. Llegué a casa y esa misma noche me desperté a las 3h30 hirviendo de fiebre (así se dice en Brasil), con escalofríos y un dolor de cuerpo que ni después de hacer snowboard me había sentido así.

Tardo hora y media en pararme a buscar el paracetamol que viajó conmigo desde Brasil y estuvo pacientemente esperándome en una cajita junto a otros medicamentos, vitaminas, cremas y condones que traje sin pretensiones. Paracetamol 650g, no lo tienen en Francia (o eso me dijeron), acá tienen el de 500g o el de 1000g. Yo que no entiendo nada pienso que tienen más coherencia los franceses, 650g es un gramaje raro. Me lo tomo y a la hora empiezo a transpirar. El sudor helado me da más frío. Falta 1h30 a que entre a trabajar, le escribo a mi jefe y le digo que me siento mal y le pido si alguien me puede cubrir. Sé que ella solo va a ver ese mensaje en la mañana, así que igual me toca ir. Me duermo un ratito y me despierto mejor. Esos 650g hicieron milagro.

Apenas llego, ya me quiero ir. Vuelve el cansancio, la fiebre, los escalofríos. Mi jefe llega a las 8am y me da el día. Me había olvidado esa sensación de poder faltar al trabajo sin culpa, sin preocuparme por las cosas que tengo pendientes, faltar y que otra persona pueda reemplazarme y realizar todas las tareas del día, faltar y que de verdad no me necesiten. Me gustó no sentirme indispensable. Me sentí aún más libre.

Dormí casi que todo el día, intenté ir al médico como me pidió mi jefe, para que me dieran la licencia médica y no me descontaran el dia, pero llegando allá había un montón de personas lesionadas y la verdad es que me sentí estúpida, sólo tenía fiebre. Que me descuenten el día, no me importa. Fui a la farmacia y me compré el paracetamol 1000g. Luego, fui al súper y me compré 3 litros de jugo de naranja, 6 bananas, un sándwich y un chocolate, porque ajá…

Como no fui a almorzar ni a cenar al hotel, mis compañeros se dieron cuenta que yo estaba enferma y me mandaron mensajitos preguntando si me podían ayudar con algo. Más tiernos. Yo enferma no quiero hablar con nadie, ni ver a nadie, pero quiero que me den amor. Difícil, yo sé. Si no estoy en mi casa, no hago drama, no me gusta depender de la gente (en mi casa actúo como una niña, involuntariamente pero ajá…). Así que les dije que todo bien, que no necesitaba nada, que muchas gracias y nos vemos mañana. Pero sí que me hubiera venido bien un tecito, una charla qualquiera, abracitos y palabras de amor.

Hoy trabajé, tenía menos ganas de trabajar que un gitano, pero fui. Como no quise ir al médico, tampoco quise faltar dos días sin licencia. Tuve fiebre toda la noche, tanto que me desperté y tuve que buscar mi toalla y envolverme en ella porque no paraba de transpirar. Se me fueron los 3 litros de jugo de naranja… por suerte fue un día tranquilo, no tuve que hablar con mucha gente ni moverme mucho. Odio atender a la gente estando enferma. Acá es normal sonarse la nariz en público pero, aunque yo lo haga, aún me parece tremendamente asqueroso. Hoy me soné la nariz por ahí unas 100 veces. Tanto que me duele respirar. No sé si eso es normal pero no podía atender a la gente con moco en la cara. En fin… pausa par sonarme la nariz…

En ese tiempo acá, me di cuenta de cómo los franceses no están acostumbrados al contacto físico. Mira que yo soy una persona re poco touchy pero para los estándares franceses soy casi que una Agnes de Mi Villano Favorito con su unicornio.

Mi primera experiencia rara fue en Navidad, cuando en el desayuno abracé a dos compañeros de trabajo mientras les deseaba feliz navidad y percibí que no sabían cómo reaccionar. No abracé a nadie mas ese día. Observé, a lo largo del día, la gente deseándose feliz navidad de lejos, cumplimentándose con la mirada y siguiendo su rumbo. Aunque yo no sea una persona muy navideña, me parece que es una fecha que pide abrazos. Qué sé yo…

Después hubo varias otras situaciones y no voy a listar a todas, pero las interacciones que más me intrigan son las que, en Brasil, pasan sin que uno se de cuenta y que, acá, la gente no sabe cómo responder, cómo por ejemplo: yo cuando pido permiso a alguien para pasar cuando están bloqueando el camino, apoyo la mano en la espalda de esa persona. Lo hice algunas veces acá, pero se me olvida que la gente no está acostumbrada al toque y medio que se asusta. U, otro ejemplo, yo soy una persona muy torpe y siempre que hago alguna torpeza a alguien (no sé si se dice así jajaja) le pido disculpas a esa persona abrazándola. Acá no hacen eso.

Acá, vas a la casa de tus amigos y los saludas de lejos y cuando te vas, te paras, te despides y ya. Yo nunca sé qué hacer cuando visito a alguien o cuando me despido de alguien después de una salida. El otro día estaba en el comedor y acosté mi cabeza en el hombro de mi amigo, para descansar un poquito, sin pensarlo, y él me dijo: estás bien? Con una cara de qué putas está pasando acá y yo le dije perdón, se me olvidó que estoy en Francia. 

Sin embargo, lo que me parece más curioso de esa falta de abrazos y toques no es esa primera reacción de aversión de la otra persona, es la sonrisa avergonzada que viene después, como cuando no entiendes lo que acaba de pasar, pero te gusta. Sé qué hay gente que no le gusta para nada el contacto físico, yo soy de esas personas que no le gusta abrazar ni besar a todo el mundo cuando llego a algún lado, pero cuando existe cariño y amistad, el contacto físico se siente natural.

Estos días que ando enferma, percibo en la gente una mirada más cariñosa hacia mi, como si me estuvieran abrazando con los ojos. O quizá sea mi imaginación romantizando la friez de los franceses porque hoy, más que nunca, carezco de un abrazo.

Ojalá mejore pronto y me vuelva a sentir abrazada por el frío y las montañas.

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